Aves de Papel

Algunos de estos calurosos sábados de julio dedicamos los talleres de Acope a reflexionar sobre la libertad ¿Qué espacios dentro de prisión hacen a las mujeres sentirse fuera de ésta? ¿Cómo volar a pesar del encierro? ¿Cómo viajar muy lejos a pesar de las celdas? La metáfora de una jaula y varias aves saliendo de ésta nos sirvió como punto de partida para darle voz a aquellos espacios y experiencias que hacen a las mujeres olvidarse de la reclusión en que viven diariamente. Queríamos explorar aquellos momentos de respiro, de paréntesis, de burbujas de libertad; aquellos espacios individuales o colectivos llenos de fragilidad, pero también de fortaleza para seguir adelante. Así, aquellas aves de papel se convirtieron en una oportunidad para hablar, reflexionar y compartir más allá de los muros de la prisión.

Después de haber tenido un momento individual para pensar y construir cada una de las aves, las mujeres pusieron en común sus experiencias/estrategias a medida que pegaban (hacían volar) su pájaro sobre el papel. El cielo del mural se llenó de aves libres; con colores distintos y experiencias únicas. Las narrativas eran diversas; primero, descubrimos el enorme poder de los pensamientos, de la imaginación y la memoria. La acción de pensar en sus hijos e hijas y en las cosas que hacían con ellos antes de estar en la cárcel, el evocar con la memoria la vida que tenían antes “cuando eran más jóvenes”-cuentan-, el imaginar que están en su país, en su pueblo. También, vimos la importancia de su espacio personal; cuando tienen la suerte de tener una celda individual, el poder estar en ella, en su habitación, su refugio, con sus cosas, sus fotos y su soledad. Las mujeres compartieron maneras diferentes de sobrellevar el encierro y “hacer que durante un tiempo este no exista”: ir a la biblioteca y leer un libro, hacer aerobic, andar por el patio con los cascos escuchando funky, rock, flamenco, “a las dos vueltas ya no estoy aquí, es como estar en trance” -nos comparten-. A otras mujeres el tener el tiempo ocupado a través de la acción nos cuentan que les ayuda; trabajar -quienes tienen trabajo-, dibujar, escribir largas cartas -enviadas o no enviadas-, cantar, soñar, cerrar los ojos en la ducha. Entre las actividades “mágicas” que las mujeres compartieron estuvo el “taller de los sábados de ACOPE”; un espacio importante donde: “hablar de otras cosas”, “compartir”, “sentirme bien”, “estar a gusto”. Finalmente, escuchamos también experiencias de vínculos que las mujeres tejen con otras mujeres y que les hacen sentirse en confianza, seguras y lejanas a la prisión.

Así, lo que empezó con unas aves de papel nos ha mostrado una poderosa bandada de mecanismos que las mujeres comparten y que muestran la grandeza de su agencia como personas; de su resistencia y de su resiliencia.

Al salir de Madrid I, las voluntarias de Acope hablamos de lo importante que es poder tener espacios de reflexión como estos, pero también la relevancia de generar experiencias y momentos que inviten a estar “como si no estuviésemos en la cárcel”. Sentimos que los talleres de Acope y las relaciones que intentamos provocar son herramientas poderosas. Deseamos que ellas lo sientan así.

Acope

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