Skip links

Los sonidos de la cárcel

Los talleres de comunicación que realizamos desde ACOPE en las cárceles, además de ser un espacio de escucha y acompañamiento, son oportunidades de abordar temáticas que hablen de las mujeres; de sus preocupaciones, inquietudes y de lo que piensan y sienten dentro de prisión.

Uno de los temas que recientemente hemos desarrollado en los talleres, ha sido el de los sentidos y la importancia de estos en nuestra vida. Hace algunos días, fue el turno del sentido del oído, donde compartimos y reflexionamos sobre lo que se escucha dentro de prisión y cómo les impacta y significa. Dentro de la cárcel habitan sonidos de todo tipo ,nos cuentan: el sonido de las bandejas de comedor, los tacones de las funcionarias, el carrito de la cocina, el montacargas, la megafonía una y otra vez, la sirena, los perros, el sonido de las llaves por los barrotes de las celdas, el cierre, la televisión, la música de quienes cantan en el patio, el polideportivo repleto de voces, el sonido de la ducha, las compañeras que hablan cuando duermen. Y también de vez en cuando, algún grito del módulo, alguna bronca que surge. En la cárcel también se escuchan sonidos de fuera como los aviones que pasan, los pájaros que madrugan o el sonido del viento o la lluvia. También hay sonidos particulares según los trabajos de las mujeres (quienes tienen trabajo): los sonidos de la panadería, de la máquina de costura, la lavandería, los sonidos de la cocina o la enfermería. Quienes acuden al vivero nos comparten que escuchan sonidos como el del agua, los pájaros y las piedrecillas del suelo al pisarlas. “Aquí dentro no hay silencio” nos dicen, es cuando llega la noche o están en la ducha o en algún sitio del patio, cuando pueden atrapar un poco de calma, un poco de silencio.

A partir del sonido nuestro cerebro construye un mundo sonoro, nuestro sentido del oído está siempre encendido, no sólo oímos, sino que nos relacionamos con los sonidos, para algunas mujeres la megafonía de la prisión es esperanza, visitas, salidas, para otras mujeres son malas noticias. La sirena de prisión puede ser molesta o puede ser la noticia de que su jornada laboral ha terminado. Cada sonido significa distintas cosas para cada una de ellas. Nuestro “cerebro auditivo”, o “mente sonora”, es inmenso. El sonido interactúa con lo que sabemos, con nuestras emociones, con nuestra forma de pensar, con nuestros movimientos y con nuestros otros sentidos. Y este ecosistema de sonidos forma parte de ese hábitat privado de libertad y que de una u otra forma estimula a las mujeres (y a quienes entramos cada semana) a veces para estar mejor y otras para hacer ruido.

El sonido no sólo tiene el poder de conectarnos a las personas, sino que es también una enorme fuente de poder nostálgico; por eso cuando a los talleres hemos llevado estímulos sonoros, las mujeres han conectado con recuerdos, con sensaciones, con imágenes de otro momento de su biografía, porque todas las personas tenemos una memoria sonora. La cárcel es mundo lleno de ruido, quizás quienes habitan dentro no se dan cuenta de que esos sonidos estaban ahí, pero cuando se apagan, respiran aliviadas.

El sonido tiene un enorme impacto en quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo, es una fuerza poderosa en nuestras vidas y en las vidas de las mujeres que han sido privadas de libertad. La audición influye en cómo sentimos, cómo vemos, cómo nos movemos, cómo pensamos. Por eso es importante hablar y reflexionar sobre lo que se escucha dentro de prisión y si esos sonidos colaboran a su bienestar. Porque el desarrollo de nuestra capacidad de movimiento está relacionado con nuestra capacidad para oír: el sonido es movimiento, y si todo está rodeado de ruido o bien, tenemos problemas para escuchar (que lo tienen muchas de las mujeres que están en prisión), el movimiento y por lo tanto el cambio será complejo.