Mis ángeles

De vez en cuando nos llega a nuestro buzón alguna carta enviada ya desde la vida en libertad. Ésta tan especial nos alegra el corazón:

No sé ni cómo empezar este gran relato triste y alegre, de lo que fue mi paso en prisión, puede ser que esta palabra, “prisión”, se muestre como una tortura mental o tal vez física, pero creo que fue la mejor manera de haberme encontrado con un gran grupo, que siempre nos visitó cada domingo, dejando atrás su tiempo con su familia, con sus grandes amigos o tal vez dejar de ver un poco una gran película en compañía de un buen café.

A lo largo de cada fin de semana y, como trabajaba en cocina, y estaba un domingo sí y otro no, siempre estuve en el interés de qué temas se tomaron por parte de las integrantes de ACOPE. De hecho sabían de mi falta en diferentes domingos e iban a la cocina del Centro Penitenciario a darme un saludo que me reconfortaba en aquel sitio, son cosas que para mí se quedaron como un tatuaje en mi alma.

Agradezco por cada una de ustedes que se cruzaron en mi camino. ¡No puedo decir otra palabra más que “gracias” ¡Gracias por escucharme, por sus charlas, por sus enseñanzas, por sus sonrisas, por sus temas y darnos a mis compañeras, y a mí en su momento, la mejor desconexión de aquel lugar. Tanto en mi felicidad como fue un día mi tristeza!

Resaltar el gran trabajo de ACOPE en cada institución de España donde sus corazones las llevan siempre a darle una armonía para cada interno e interna y que sigan con sus grande proyectos del cual hoy soy uno de ellos en mi libertad física.

Nunca dejare de decirles siempre Gracias, gracias. Mis ángeles.

Con todo mi corazón por siempre,

P.

Acope

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